Domingo 14 de julio de 2024
Cuento una historia, de las muchísimas que hay, con una vivencia sobre la ikurriña, hoy ,14 de julio, el día de su 130 aniversario.
Estaba yo en mi despacho del BBB de la calle Marqués del Puerto de Bilbao. Recibí a un Sr. muy amable que me entregó un relato y una ikurriña. Tenía auténtica unción por ella. La historia era ésta:
“En febrero del año 1937 tuvo lugar en Manila, Islas Filipinas, el Congreso Eucarístico Internacional con asistencia de muchísimos obispos y prelados de todo el mundo.
El parque de la Luneta donde se celebraron la mayor parte de los actos fue engalanado con las banderas de las naciones que acudieron a celebrar el Congreso. En este parque fue fusilado el mártir de la independencia José Rizal, patriota filipino.
Entre las banderas de las naciones, faltaba la Ikurriña por lo que Restituto de Inchausti, de Elantxobe, mandó colocar una y cuando se acabaron los actos la retiró y guardó pues según me dijo Larrabeiti más tarde, la quería mandar, cuando se pudiera, a Euzkadi.
Don Ricardo Larrabeiti era expatriado que había llegado al país hacia muy poco tiempo y por esto no era muy conocido ni estaba registrado en el consulado español.
El día 8 de Diciembre del año 1941 cuando el Japón atacó a EE. UU. y Filipinas, el cónsul español acreditado en Filipinas era el Sr. Castaños que era el cónsul reconocido desde que los franquistas ganaron la guerra al Gobierno Republicano. Antes que él, quien actuaba era el cónsul republicano.
El cónsul era un impresentable con ideas extremadamente totalitarias y franquistas, hasta el punto que le llevaron, meses antes del ataque a "Pearl Harbour" creo que con motivo del pacto firmado por España con las potencias del Eje y Japón, a escribir una carta particular al cónsul japonés en las Filipinas en la que delataba a lodos los residentes españoles o que él creía que lo eran, corno antijaponeses.
Esta carta venía a decir, que no se fiase de los individuos que detallaba en su escrito porque eran anti-Franco y por lo tanto anti japoneses por haber firmado España un tratado de no beligerancia o sea de amistad. Por circunstancias que no hacen al caso tuve ocasión de leer esa carta de pasada en la que la mayoría de los nombrados eran vascos. Solo recuerdo el nombre de tres que no eran vascos. Uno el del director del semanario Democracia Española. Un asturiano tabacalero cuyo nombre era el de Pío. Éste fue descuartizado cuando le capturaron los miembros de la Kem-Pi-Tai o Gestapo Japonesa y los otros dos eran el del Sr. Pavón y el Sr. Palazón que pasaron toda la guerra en el campo de concentración de los prisioneros civiles aliados, de Sto. Tomas.
Los japoneses pusieron a varios de los que estaban en la lista al entrar en Manila bajo observación en el edificio de la Universidad y Don Ricardo Arriandiaga, también de Elantxobe, pasando a ser investigados por la Kem Pi Tai o que como he dicho era la temible Gestapo Japonesa.
Ahora te contaré lo que el Sr. Arriandiaga me relató más tarde.
Según él, todas las mañanas les llamaban a investigación hasta que una mañana le hicieron una pregunta a la que él respondió.
“¿Por qué me preguntan Vds estas cosas si yo no soy español ni sé nada de España?. Yo soy ciudadano norteamericano y no tengo nada que ver con Franco y debiera estar en el campo de concentración de civiles y no aquí”. Los japoneses le preguntaron.
“¿Dice usted que es norteamericano?”. ”Sí Señor”.
Entonces el investigador le enseñó la carta (que yo había leído antes) y le preguntó por los otros en la lista mencionando especialmente al Sr. Inchausti y cuando le contestó, que Inchausti era filipino de nacionalidad, se enfadó de tal manera que rompió la carta diciendo que aquel cónsul español no sabía nada, era un tonto.
Al Sr. Ricardo Arriandaga y a todos los demás que estaban detenidos por el mismo motivo de la carta, les devolvieron a sus respectivos lugares. Si eran norteamericanos al campo de Concentración y si filipinos los pusieron en libertad pues Japón no solo no podía meter a todos los filipinos en prisión sino que más tarde trató de atraerse a los filipinos con un tratado de paz y promesas de libertad cuando ya era muy tarde.
Cuento este incidente de la bandera para que se den cuenta lo que se tuvo que hacer para conservarla la ikurriña y poder preservarla que es lo que el Sr. Inchausti deseaba.
Como el Sr. Inchausti vio que estaba muy vigilado creyó más conveniente entregar la bandera a una persona que supiera el valor que tenía y no fuese tan conocido como él, por lo que pensó en el Sr. Don Ricardo Larrabeiti, bilbaíno, que había llegado expatriado poco antes de estallar la guerra, era apátrida y muy poco conocido fuera de la colonia vasca y además, como te he dicho, sin estar registrado en el consulado del Sr. Castaño. El Sr. Larrabeiti me contó cuando llegué a Manila lo siguiente:
Inchausti le llamó un día y le contó lo que le pasaba y le preguntó si tendría el inconveniente en hacerse cargo de la bandera si las cosas se ponían peor, a lo que él había contestado que inconveniente ninguno. Vino la toma de Manila en la que ésta ciudad quedó completamente destrozada por las tropas japonesas en su retirada.
El Sr. Inchausti, ya había fallecido, pero antes de morir le entregó la bandera al Sr. Larrabeiti según habían convenido y éste ahora andaba con ella de un sitio para otro escapando de los bombardeos y de las matanzas de los japoneses y quemas de casas. Me dijo que con ella se fue hasta Cavite a casa de unos amigos filipinos que se fueron también allí a refugiar.
Al volver a Manila después de su toma no pudieron escoger sitio, se tuvo que meter en una de las pocas casas que quedaron, con una familia que se había distinguido mucho por su fascismo, aunque en ese momento habían cambiado de chaqueta y era todo lo contrario, pero él no se fiaba y tenía miedo de que si descubrían la bandera se la robasen, por lo que me pidió que se la guardase hasta que él, que pensaba ir a Euzkadi Norte muy pronto, la pudiese llevar y cumplir el deseo de Resti Inchausti.
Se la guardó y me quedé con ella, pues desgraciadamente Larrabeiti murió de un ataque de corazón.
Al quedarme con ella pensé que debía cumplir las intenciones de Inchausti y de Larrabeiti y se la di a guardar a mi hija en los Estados Unidos hasta que pudiera llevarla yo a Euzkadi y entregarla a alguna persona responsable.
Mi hija ha venido de vacaciones este verano y ha traído la bandera que aquí le entrego”.
Y me la entregó. Fur en noviembre de 1978. Y yo a la Fundación cuando ésta comenzó a funcionar.
¡Cuántas de estas historias tan respetuosas con nuestra enseña y tan entrañables habrá!.
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