Domingo 1 de mayo de 2022

Entiendo que la gente joven piense que la Euskadi de hoy y el PNV gobernante es algo lógico y natural. No siempre ha sido así y conviene recordar aquella salida de la clandestinidad, con la estructura del franquismo intacta hace ahora, exactamente, 45 años. El gobierno vasco en el exilio era silenciado y considerado como una lámpara sin bombilla colgada en el techo del exilio. El PNV era una antigualla autonomista y de derecha con un líder mayor y cara de vinagre. El PSE era un partido sucursalista y el futuro, según Monzón era de los “gudaris de hoy”, no de los “gudaris de ayer”. Ante esto una juventud seducida por la lucha armada y con un lenguaje de trinchera competía con sus ismos, troskismo, maoísmo, castrismo, marxismo duro y excluyente, ,leninismo, anarquismo, puño en alto, look de sudadera propio de su pensamiento y acción junto a la reivindicación de la dictadura del proletariado y la lucha de clases ante empresarios ladrones. De hecho, la primera víctima tras la muerte de Franco, fue el empresario Aingeru Berazadi. No era fácil apelar a los valores occidentales con principios concretos, como la libertad individual, la legalidad, la igualdad jurídica, el pensamiento crítico, el europeísmo, los derechos humanos universales, el pluralismo, la alternancia y separación de poderes, el abertzalismo humanista, en definitiva la cultura judeo cristiana, esparcida por Europa y extendida en América. Era la razón y la conciencia humana venciendo el dogmatismo absolutista y al inconsciente animal o tribal, es decir, Occidente. Era pues difícil sobrevivir y levantar bandera en aquel desierto plagado de dogmas, pero se hizo. Había que recuperar el tiempo perdido, abrir la botella y desatar lo atado y bien atado.