Cuando Jesús María de Leizaola entró en la iglesia de Santa María a la primera misa, intuía que aquel día no iba a ser uno más. Era sábado y se confesó con un jesuita que sabía tanto como él de sí mismo. (Confesarse es una costumbre ya tradicional. El lehendakari siempre lo hace con una regularidad que difícilmente pasa la quincena. Pero había días —y hoy también hay días— que un presagio extraño le ronda la mente y adelanta la fecha de su contabilidad del alma.
Por eso se confesó un día de octubre de 1922 cuando delante del rey Alfonso XIII, en Guernica, con una pancarta rudimentaria pidió una Universidad vasca. Le llevaron andando a la cárcel de Amorebieta. En aquellos 20 Kms. Jesús María hizo suya nuevamente esa frase que le gusta recordar de Calderón: la vida es un sueño. «Siempre vivo al día. Yo ahora estoy como si a la noche no fuera a estar con vida y por la noche como si a la mañana siguiente estuviera sin vida.»
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