¡Agur! Cuando marches, soldado vasco, en una tarde de sol en la que vivir la vida es más amable...; cuando camines, soldado vasco, por la solitaria melancolía de la noche, y veas el resplandor de las luces en el agua, que serán para tí entonces lágrimas temblorosas de despedida..., recuerda que un “agur” muy largo va apagándose en el corazón de tus hermanos, un “agur” seco de desesperada pena que es la despedida de un pueblo que no sabe decir con palabras los sentimientos que le hacen doler.
Llevarás recuerdos en tí guardados, que al evocarlos más que de consuelo lo serán de aflicción...; llevarás contigo aún frescos, los últimos adioses, porque te los dijeron entre el llanto del querer... Pero no olvides en tu destierro, que cuando en las tardes otoñales caigan lentamente las hojas de los árboles en los huertos de la Patria, el latido de nuestros corazones, vibrando por los aires, llegará hasta tu lado como caricia espiritual para tu dolorida juventud...