José Manuel Bujanda Arizmendi
A veces las luces cortas de la política inmediata dificultan mirar al horizonte a largo. Me permito pararme un rato y mirar desde mi atalaya particular y/o reflexionar sobre el devenir de la política. De eso que decimos obtener una fotografía no estática, sino dinámica, pero con un objetivo angular que abarque escenarios y tiempos varios. Bien. Estimo que estamos en tiempos de reflexión. Reconocer de dónde venimos, dónde estamos y dónde nos queremos ver a futuro. Recordemos. Los partidos nacionalistas de las naciones sin estado surgieron con el objetivo de defender los intereses de aquellos ciudadanos, ubicados en geografías concretas, con su historia, tradición, relaciones económicas y sociales, cultura y lengua propias que los configuraban como pertenecientes a realidades nacionales diferenciadas, pero no agraciados por los devenires muchas veces caprichosos de la evolución de las fronteras a lo largo de la historia. Ciudadanos que no percibían cómo sus particularidades, su voluntad de seguir siendo sujeto de ellas se canalizaba, socializaba, tomaba cuerpo y adquiría suficiente reconocimiento y respeto por parte del poder del estado en el cual estaban ubicados obligados por dichos caprichos de la historia. Estos partidos nacionalistas realmente se constituían como auténticos disidentes políticos activos en relación a la evolución de las fronteras que la historia dibujaba. Estos partidos nacionalistas de naciones sin estado cuestionaban formalmente supuestos intocables tabúes, como eran y son los propios ámbitos de decisión. ¿Quién decide el qué? Históricamente ha sido así, aunque ciertamente desde el nacionalismo vasco, desde el ser, sentir y accionar abertzale mantenemos intacta la esperanza de que la evolución democrática de esa historia política de las soberanías nacionales nos vaya en el futuro por caminos más fraternos y solidarios, de reajuste y adecuación.